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Imprints: Un cuerpo en movimiento contiene vida. El testimonio se obtiene al ver las huellas de sus movimientos. Las huellas, como todo lo que reside en la tierra y en el cielo, y por cielo se entiende todo aquello que no es materia, son vibración. La vibración también constituye la base de una simple palabra escrita. Un simple punto también tiene una vibración. El tiempo es vibración, el espacio, la materia, los cielos. En todo reside una vibración. La vibración es energía, es como decir que el fuego es luz. Las vibraciones son la base de la Vida y la vida es la base de la vibración. Esto es para explicar que en el recorrido realizado hasta ahora, he percibido muchos testimonios que han fundado en mí un credo en mi arte tan fuerte, que reconozco que la única fuente de la que puedo alimentarme es la vida y la única historia contemporánea que puedo pintar es la vida, no por como la veo, sino por como la siento. Para sentirla, he comenzado a emplear el polvo de los viejos muebles, viejos porque también ellos viven y contienen la memoria de su recorrido y todo lo que han contenido, la piedra del cráter, como para empezar y de ahí en más, todo lo que por mis manos de la manera más casual. Siempre he preferido utilizar agua sucia, los colores siempre los he mezclado. Difícilmente he secado un pincel antes de utilizarlo, he preferido ser consciente del color y leal al pasaje. Al mezclar sustancias de distintos tipos, muchas veces impredecibles, enseguida me di cuenta que había realizado casi un ritual, las condiciones de la creación habían sido alteradas o al menos por el sistema. Con Imprints satisfago ampliamente mi deseo de sentir, como si a través de las huellas de un lienzo extendido y pisado por muchas personas, que sin saberlo, han dado vida a aquel paño con sus simples huellas. La huella es vista como algo comun, pero una huella imprime más que un peso, imprime una vibración, vibración que es movimiento y el movimiento se desarrolla por medio del pensamiento, por lo tanto la tela se impregna del pensamiento de la huella. Esta fase es fundamental. La misma vibración presente se une a aquella pasada, enterrada o bien dónde el lienzo ha sido tendido y a la vez se une a aquella futura en el espectador que verá la obra terminada, creando un espejo universal en los rayos del tiempo. Cuando pinto es como si adquiriese datos de aquello que toco, como si tradujese aquellas vibraciones a través de mi recorrido que comenzó mucho antes del inicio. Cuando pinto son realmente pocas las veces que pienso en el éxito, son más las veces que pienso que todos estamos unidos por los acontecimientos que pasan inobservados ante nuestros ojos y sólo cuando estos acontecimientos toman forma, nosotros nos damos cuenta de aquellas uniones, es como tomar conciencia de que todo lo que hasta a hoy hemos vivido nos ha llevado a una dimensión diferente. Como si hubiésemos vivido de manera diferente, es como ver los acontecimientos no buscando explicaciones sino encontrando la fuerza de verlos como respuestas. Aquí, yo desde mí, recojo huellas para pintarlas y unirlas entre sí y cuando pinto, a veces es como si extrajese agua de un pozo y otras es tanto ímpetu que me encuentro sediento.

Gracias Lea Mirone